Casimiro de Brito

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incertam funeris horam

Propércio, Elegias, II, 27

Voy perdiendo pliegues de mi cuerpo

cada día que pasa: un cabello, un reflejo,

un diente que quizá no haga falta

mañana. Los dientes nunca salen

solos; se llevan cierta manera

de mirar las cosas. Entonces ya no soy

quien fui cuando antiguamente

saltaba hacia las olas y me divertía

cual anfibio loco

en las playas desiertas. Desierto

soy ahora – desierto y quizá un poco

más sabio: un hombre que sabe

que su cuerpo fue comido

por el alma. Voy perdiendo

en los dientes y en los cabellos

la piel de la madera ebria que semejaba

nave de catedral – lo que voy ganando

no sé todavía sabiendo sin embargo

que bebo y amo y devoro

los minutos volátiles que aparejan

la hora de mi muerte.




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Murmuro día y noche las leyes

del amor, la arruga del deseo que en tu cuerpo

se trasforma en luz; un cuerpo que no se aparta

de mi mirada, esté cerca

o lejos. Recostado en ti

retorno al territorio del padre

de donde jamás partí. Patrimonio

de mi canto errante, nunca

decantado. ¿De qué otras acciones de guerra

me ausento bebiendo y tejiendo

el alcohol del tiempo? Murmuro

día y noche

las leyes inciertas del amor.



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© Casimiro de Brito