El don
Ningún lugar mejor
que la ciudad para
pensar en ciervos
y bosques,
para hacer del momento
una pura ensoñación,
la vida que queremos
y no existe,
o existe en otra parte.
Venados, osos, perros,
montes y lagos,
y en el camino que traza
el candil
de una luna de hielo,
un hombre
con la pieza de caza
a cuestas.
Por un instante
soy aquel
que, primitivo,
se libra al destino
de un mundo naciente y áureo.
Y pacta acuerdos
con la ruda Ley
que le ofrece por sueño
la vida.
La vida salvaje y bella,
donde copular, cazar, pescar,
cambiar con el tiempo nómade,
es suficiente,
y donde no cabe
ilusión distinta a la labor de cada día,
y el sueño es el simple
descanso,
el dios que vela tus fatigas.
Y vivir, el don.
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© Elkin Restrepo