ALTIPLANO
Ahí donde escuchas el silencio
la violencia del azul infinito
ahí donde cantan las piedras dementes
a media voz –debajo de tus pasos–
ligeras privadas de memoria
los Hijos del Sol
se nutren de viento.
TACAMA
El hilo de plata de la flauta
cicatriz del silencio.
El desierto se deshila
con los latigazos del viento.
La muerte que ronda y vuela
sombra calva del cóndor.
El hielo humea alrededor de los volcanes
tazones volteados de fuego.
Los trenes de salitre antaño
en zigzag serpenteaban los barrancos
destripando la inmensa valija de valores
(cortes pulverizados)
y después acarreaban caballos y soldados.
El telégrafo rubricaba
sus combates
siempre más arriba hacia el norte.
La última locomotora
de Atacama
rumia piedras–
es todo lo que puede hacer
esa añeja vaca de cuero negro
a fuerza de acarrear el duelo
por todos los muertos
grises héroes de las patrias y del oro inglés.
Desde entonces se desguazan
las ciudades fantasmas.
La gloria se vende al precio del hierro
color del océano –salvo
los días de conmemoración.
Vestigios de la Guerra del Pacífico