MATE BURILADO 2
Ya oscurece y el aullar de los lobos
lame la piedra en la montaña.
Y él no ha podido condensar su vida
en la breve esfera del recipiente.
No se condensa una vida ni el dolor
ni los goces –piensa, añorante,
mientras entona una vieja plegaria:
En lo alto de la montaña, padre,
tus alas ardientes tejen caminos
para no olvidar / para volver
a estas cumbres donde tus manos
nos lavarán las cenizas del viaje,
cuando la vida haya hecho de nosotros
chasquido de viento en el desierto.
Con tus alas de plata que ahora
cierran el día y nos detienen,
ayúdanos pues a saber con quiénes
avanzar mañana por los senderos
donde engorda el escarabajo azul,
ayúdanos a cruzar los puentes
y a distinguir debajo de la escarcha,
entre las rocas, la tierra que soñamos
y de cuya savia esta vida pende.
Los lobos siguen aullando en la noche
y el artista saborea la esencia
de la coca mientras se repite:
no se condensa una vida ni el dolor
ni los goces, sólo su propia ficción.
ARTE RUPESTRE
Sobre la tierra de flores azules
nadie sueña ni canta, abuelo mío.
Únicamente doy testimonio que existe
entre tú y nos un río anaranjado
que funde tiempos y armonías,
indescifrables desde la montaña
donde se tienen tus ojos antiguos.
Dibujados en ella, arrancados de ti,
hay ademanes divinos y ajenos
que en la turbulencia del aire entran
a este patio donde el amor se extraña,
abuelo de plumas coloradas y negras
eternizadas en las celosías del Pajatén
y en las que tus ojos feroces no cesan
en su odio casi humano, casi nuestro.
Tan eterno en tu grandeza pareces
que sólo me dejas de consuelo
la imagen que aquí fijo –tu vuelo
altivo por la cañada entre los bosques
y en el que no canto ni sueño
más allá de tu altura.
ESPERANDO EL NUEVO DIA
Regresar a la posada donde duermen los huesos
de esta alma agitada y contemplar allí la tinta
de unas cartas recién llegadas del Perú: arden
mis querencias mientras yo agonizo en la distancia.
No hay quien no me pida volver pero nadie
evita la descripción del infierno y sus diablos:
«ya los bárbaros tomaron gran parte de la villa
donde alguna vez viviste a tus anchas;
ya encendieron fogatas en el patio de la casa
y ahora resuenan sus tambores esperando.»
Bah, a mi sueño le estorba la agitada realidad
y es inútil esperar a quienes se extraviaron en el mar.
A lo largo del naufragio he vivido
nutriéndome de quimeras: raíces, afectos.
He vivido enredándome en desaciertos:
la ilusión del poema denso y perfecto,
la toma de distancia para el goce mayor.
He vivido yendo y viniendo por los caminos
de todas las evasiones y ahora que los crucé
ya no sé si seguir esperando erguido en la proa
o si hundirme en los senderos de la contemplación
de unos lienzos donde sólo leo tragedias,
pesadillas perfectas pintadas para la eternidad.
(Pucalpa, Perú, 1946). Poeta, traductor y ensayista. Ha publicado los poemarios: Malas maneras (1973), Patio de peregrinos (1976), Arenas de Lutecia (1978) y Finibus Terrae (1984). Es autor de las novelas: Morir en la pradera (1990) y Mayushín: Ángeles & diablos. Obtuvo en 1984 el Premio Copé de la Segunda Bienal de Poesía Peruana y en 1994 la Beca Ayuda a la Creación, del Centro Nacional del Libro de Francia. La Pontificia Universidad Católica del Perú publicó recientemente su antología Poesía Contemporánea de expresión francesa.
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© Jorge Nájar